lunes, 3 de noviembre de 2014

Artículo Seguritecnia. La Consolidación de una profesión


Desde los inicios allá por el año 1996 hasta la actualidad hemos recorrido un largo y positivo camino no exento de dificultades.

 Hasta entonces, la figura del Guarda Jurado y Vigilante Jurado (diferenciando una de otra en función de la necesidad de portar o no arma), estaba representada por personas a las que no se les requería ningún tipo de titulación, ni se les exigía formación previa específica para el desempeño del puesto. A lo sumo, por iniciativa de la empresa, unas horas de formación tan escasas que no podemos decir les formara profesionalmente.

 Cuando vio la luz el Real Decreto 2364/94, comienza la consolidación de una profesión, en el que se exige de una formación teórico-práctica acreditada con la obtención de un Diploma, expedido por un centro de formación autorizado, capacitándole para superar un examen oficial que definitivamente habilita para ejercer la profesión Vigilante de Seguridad Privada. 

Es en ese momento en el que unos pocos centros en España son autorizados por la Secretaria de Estado de Seguridad, y crean una plantilla de profesores, especializados en cada una de las competencias técnicas profesionales del sector, y se comienzan a impartir los primeros cursos, con un número reducido de alumnos y convocatorias anuales.

Las personas que acudían a nuestros centros, lo hacían desde la vocación y viendo este trabajo como sustituto de lo que por una u otra razón, no habían podido conseguir, como formar parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Obtener la titulación de Vigilante les llevaba a ejercer una profesión que se asemejaba cuando menos, a lo que hubieran querido ser y en la que la inserción laboral estaba garantizada. Una oferta laboral que en aquellos momentos estaba muy por encima de la demanda, logrando que nuestro crecimiento como formadores del sector, se incrementara en la misma medida que las Empresas de Seguridad nos demandaban profesionales. Esto fomentó la necesidad de ampliar nuestra oferta formativa a través de cursos de cualificación, especialización y actualización constante de los conocimientos adquiridos, adaptándolos a las nuevas tecnologías que el propio mercado cada vez más competitivo exigía.

Es de destacar por tanto, la importancia que tiene la formación como una inversión de futuro, que sostenida en el tiempo, además de aportarnos un valor añadido asegurado, mejorando nuestra empleabilidad, supone un punto clave para el desarrollo económico y social de un país, sentando las bases de su crecimiento.

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